Cuando hablamos de cuidado en el ámbito educativo, no nos referimos solo a proteger físicamente o prevenir riesgos. Cuidar es acompañar, es acoger, es estar disponibles con presencia y escucha real. Es mirar al otro desde su humanidad y reconocer que no puede haber verdadero aprendizaje si no hay bienestar.
Durante décadas, la educación ha puesto el foco en los resultados, en los contenidos y en la evaluación, olvidando con frecuencia la base que sostiene todo proceso educativo: el vínculo. Sin vínculo, no hay confianza; sin confianza, no hay apertura; y sin apertura, no hay aprendizaje.
Una escuela que cuida no es una escuela blanda, es una escuela valiente. Valiente porque decide priorizar el desarrollo integral de las personas por encima de la inercia de lo mecánico o lo exclusivamente académico. Es una escuela que comprende que el cuidado no es una tarea extra, sino el punto de partida de toda experiencia significativa.
¿Qué caracteriza a una escuela que cuida?
Es aquella que se ocupa del bienestar emocional de su profesorado, que escucha activamente a su alumnado y que fomenta relaciones basadas en el respeto mutuo. Es una escuela que crea espacios donde las personas pueden expresarse sin miedo, aprender sin sentirse juzgadas y desarrollarse desde lo que son, no desde lo que se espera que sean.
Cuidar no es paternalismo. Es responsabilidad compartida. Es crear condiciones donde niñas, niños, adolescentes y personas adultas puedan desplegarse en un entorno de seguridad, dignidad y pertenencia. Una escuela que cuida es también una escuela que se atreve a revisar sus prácticas, que se pregunta, que innova, que se permite la pausa y el error como parte del proceso.
Y es también una escuela que cuida los ritmos, los silencios, los cuerpos y las emociones, entendiendo que todo eso también enseña. Porque cuidar, además de ser un acto ético, es una herramienta pedagógica poderosa.
Las escuelas que cuidan hoy están formando a quienes cuidarán el mundo mañana.
Personas que sabrán cuidar en sus hogares, en sus relaciones, en sus comunidades y en sus espacios de trabajo. Apostar por el cuidado en la educación es apostar por una sociedad más igualitaria, más empática y más consciente.Es también una forma de recuperar y valorar lo femenino, no como lo opuesto a lo masculino, sino como esa dimensión profundamente humana que ha sido invisibilizada: la sensibilidad, la escucha, la ternura, la cooperación. Cualidades que, cuando se integran en la educación, se convierten en cimientos para un mundo más justo.